Científicos del Laboratorio Cold Spring Harbor, en Estados Unidos, han identificado por primera vez en animales el mecanismo neuronal que hace que el cerebro pueda memorizar olores y que incluso estos puedan distorsionarse con el tiempo, según explican en la revista «Nature Neuroscience».
El equipo, dirigidos por el profesor Stephen Shea, ha sido capaz de medir la actividad de un grupo de neuronas inhibidoras que unen la región del cerebro que recibe el olor con la responsable del conocimiento y la memoria, una conexión que puede llegar a alterar la sensación de determinados olores en función del recuerdo con que se relacione.
Estas neuronas se conocen como células granulosas del bulbo olfatorio, región del cerebro de los ratones encargada de recibir la información del olor procedente de la nariz, y según han visto también participa en la formación de la memoria. El problema de estas células es que son extremadamente pequeñas, por lo que en estudios previos solo se había podido analizar su actividad en animales anestesiados. Sin embargo, para este estudio el animal tenía que estar despierto para ver cómo las experiencias podían alterar su interpretación sensorial.
Gracias a un nuevo sistema específicamente diseñado para este trabajo, lograron ver como estas células inhiben a las neuronas cuando reciben los estímulos sensoriales, de modo que permite a las experiencias dar forma a los datos de entrada del olor. Esto es determinante en el caso de los animales, y hace que algunos asocien determinados olores con sensaciones placenteras o amenazantes.
El siguiente paso, reconocen los autores, es ver si puede cambiar también en humanos la información sensorial que provoca un determinado olor cuando este se asocia a un determinado recuerdo. «Es emocionante ver cómo el cerebro interviene en esa interacción», reconoce Shea.