3.28.2014

La censura de Internet en el mundo

Aunque ayer fuera noticia la censura de Twitter en un país como Turquía (que aspira a entrar en la Unión Europea), sólo supone la reentrada de este país en un club desgraciadamente amplio. Desde el comienzo de su popularización, han sido frecuentes los conflictos entre Internet (un ámbito de libre difusión, debate e intercambio de información) y el poder político. Éste, que -no lo olvidemos- controla mediante a través de la regulación legal o de la gestión directa las infraestructuras de comunicación que posibilitan el acceso a Internet, ha optado en demasiadas ocasiones por solventar el conflicto recurriendo a la censura, selectiva (de uno o varios servicios o sitios webs determinados) o no, de la Red de redes en base a razones políticas o religiosas.
Las principales víctimas de esta censura suelen ser las grandes redes sociales (Facebook y Twitter) o portales populares como Youtube. Entre la lista de países que censuran uno o varios de estos sitios web podemos citar, sin ánimo de exhaustividad, a Venezuela, Bielorrusia, Libia, Egipto, Etiopía, Sudán, Siria, Irán, Emiratos Árabes, Turquía, Uzbekistán, Turkmenistán, Pakistán, Malasia, Vietnam, Bangladesh, China, etc.
Sin embargo, Corea del Norte, el país calificado por la ONG Reporteros sin fronteras como “el mayor agujero negro de Internet” no aparecería en esta lista. La razón es simple: en Corea del Norte no se censura Internet porque no existe. Los altos cargos del Partido acceden a una conexión segura con origen en China, mientras el pueblo llano sólo tiene la opción de acceder a Kwangmyong (“Brillante”, en español), una mega-intranet que ofrece acceso a su propio buscador, servicio de email y biblioteca digital proporcionados por el Estado.
Tampoco es Internet, aunque se venda así, a lo que acceden los ciudadanos de Cuba. El país caribeño tiene en marcha desde hace años un proyecto para conectarse a la Internet global a través de un cable oceánico a Venezuela, pero no hay novedades al respecto, y mientras los cubanos siguen accediendo a una intranet, algo más permeable que la norcoreana. En similares circunstancias se encuentra Irán, que puso en marcha su intranet“Internet Halal” tras los disturbios de la fallida Revolución Verde. El nuevo Gobierno “reformista” lo ha mantenido, aunque su presidente usa sin complejos Twitter con objetivos propagandísticos mientras se lo veta a sus conciudadanos.
De todos modos, el uso del cable Venezuela-Cuba tampoco sería ninguna garantía de libre acceso para los habitantes de la isla, habida cuenta de que el régimen venezolano también ha optado por censurar servicios web como Twitter, Pastebin o Zello (una herramienta para usar smartphones como walkie talkies) ante las protestas de la oposición y el grave desabastecimiento que sacude el país.
Pero ningún artículo sobre la censura de Internet puede estar completo si no se menciona la que, posiblemente, sea la mayor infraestructura de censura de Internet: el “Gran Cortafuegos” de la República Popular de China (conocido oficialmente como “Proyecto Escudo Dorado”), con el que intenta controlar a sus más de 618 millones de internautas. Así, quien intente navegar desde dentro de las fronteras chinas, posiblemente sea incapaz de encontrar información útil sobre el Dalai Lama y el movimiento pro-Tíbet, sobre el grupo Falun Gong o sobre la masacre de Tiananmen.Aunque ayer fuera noticia la censura de Twitter en un país como Turquía (que aspira a entrar en la Unión Europea), sólo supone la reentrada de este país en un club desgraciadamente amplio. Desde el comienzo de su popularización, han sido frecuentes los conflictos entre Internet (un ámbito de libre difusión, debate e intercambio de información) y el poder político. Éste, que -no lo olvidemos- controla mediante a través de la regulación legal o de la gestión directa las infraestructuras de comunicación que posibilitan el acceso a Internet, ha optado en demasiadas ocasiones por solventar el conflicto recurriendo a la censura, selectiva (de uno o varios servicios o sitios webs determinados) o no, de la Red de redes en base a razones políticas o religiosas.
Las principales víctimas de esta censura suelen ser las grandes redes sociales (Facebook y Twitter) o portales populares como Youtube. Entre la lista de países que censuran uno o varios de estos sitios web podemos citar, sin ánimo de exhaustividad, a Venezuela, Bielorrusia, Libia, Egipto, Etiopía, Sudán, Siria, Irán, Emiratos Árabes, Turquía, Uzbekistán, Turkmenistán, Pakistán, Malasia, Vietnam, Bangladesh, China, etc.
Sin embargo, Corea del Norte, el país calificado por la ONG Reporteros sin fronteras como “el mayor agujero negro de Internet” no aparecería en esta lista. La razón es simple: en Corea del Norte no se censura Internet porque no existe. Los altos cargos del Partido acceden a una conexión segura con origen en China, mientras el pueblo llano sólo tiene la opción de acceder a Kwangmyong (“Brillante”, en español), una mega-intranet que ofrece acceso a su propio buscador, servicio de email y biblioteca digital proporcionados por el Estado.
Tampoco es Internet, aunque se venda así, a lo que acceden los ciudadanos de Cuba. El país caribeño tiene en marcha desde hace años un proyecto para conectarse a la Internet global a través de un cable oceánico a Venezuela, pero no hay novedades al respecto, y mientras los cubanos siguen accediendo a una intranet, algo más permeable que la norcoreana. En similares circunstancias se encuentra Irán, que puso en marcha su intranet“Internet Halal” tras los disturbios de la fallida Revolución Verde. El nuevo Gobierno “reformista” lo ha mantenido, aunque su presidente usa sin complejos Twitter con objetivos propagandísticos mientras se lo veta a sus conciudadanos.
De todos modos, el uso del cable Venezuela-Cuba tampoco sería ninguna garantía de libre acceso para los habitantes de la isla, habida cuenta de que el régimen venezolano también ha optado por censurar servicios web como Twitter, Pastebin o Zello (una herramienta para usar smartphones como walkie talkies) ante las protestas de la oposición y el grave desabastecimiento que sacude el país.
Pero ningún artículo sobre la censura de Internet puede estar completo si no se menciona la que, posiblemente, sea la mayor infraestructura de censura de Internet: el “Gran Cortafuegos” de la República Popular de China (conocido oficialmente como “Proyecto Escudo Dorado”), con el que intenta controlar a sus más de 618 millones de internautas. Así, quien intente navegar desde dentro de las fronteras chinas, posiblemente sea incapaz de encontrar información útil sobre el Dalai Lama y el movimiento pro-Tíbet, sobre el grupo Falun Gong o sobre la masacre de Tiananmen.Aunque ayer fuera noticia la censura de Twitter en un país como Turquía (que aspira a entrar en la Unión Europea), sólo supone la reentrada de este país en un club desgraciadamente amplio. Desde el comienzo de su popularización, han sido frecuentes los conflictos entre Internet (un ámbito de libre difusión, debate e intercambio de información) y el poder político. Éste, que -no lo olvidemos- controla mediante a través de la regulación legal o de la gestión directa las infraestructuras de comunicación que posibilitan el acceso a Internet, ha optado en demasiadas ocasiones por solventar el conflicto recurriendo a la censura, selectiva (de uno o varios servicios o sitios webs determinados) o no, de la Red de redes en base a razones políticas o religiosas.
Las principales víctimas de esta censura suelen ser las grandes redes sociales (Facebook y Twitter) o portales populares como Youtube. Entre la lista de países que censuran uno o varios de estos sitios web podemos citar, sin ánimo de exhaustividad, a Venezuela, Bielorrusia, Libia, Egipto, Etiopía, Sudán, Siria, Irán, Emiratos Árabes, Turquía, Uzbekistán, Turkmenistán, Pakistán, Malasia, Vietnam, Bangladesh, China, etc.
Sin embargo, Corea del Norte, el país calificado por la ONG Reporteros sin fronteras como “el mayor agujero negro de Internet” no aparecería en esta lista. La razón es simple: en Corea del Norte no se censura Internet porque no existe. Los altos cargos del Partido acceden a una conexión segura con origen en China, mientras el pueblo llano sólo tiene la opción de acceder a Kwangmyong (“Brillante”, en español), una mega-intranet que ofrece acceso a su propio buscador, servicio de email y biblioteca digital proporcionados por el Estado.
Tampoco es Internet, aunque se venda así, a lo que acceden los ciudadanos de Cuba. El país caribeño tiene en marcha desde hace años un proyecto para conectarse a la Internet global a través de un cable oceánico a Venezuela, pero no hay novedades al respecto, y mientras los cubanos siguen accediendo a una intranet, algo más permeable que la norcoreana. En similares circunstancias se encuentra Irán, que puso en marcha su intranet“Internet Halal” tras los disturbios de la fallida Revolución Verde. El nuevo Gobierno “reformista” lo ha mantenido, aunque su presidente usa sin complejos Twitter con objetivos propagandísticos mientras se lo veta a sus conciudadanos.
De todos modos, el uso del cable Venezuela-Cuba tampoco sería ninguna garantía de libre acceso para los habitantes de la isla, habida cuenta de que el régimen venezolano también ha optado por censurar servicios web como Twitter, Pastebin o Zello (una herramienta para usar smartphones como walkie talkies) ante las protestas de la oposición y el grave desabastecimiento que sacude el país.
Pero ningún artículo sobre la censura de Internet puede estar completo si no se menciona la que, posiblemente, sea la mayor infraestructura de censura de Internet: el “Gran Cortafuegos” de la República Popular de China (conocido oficialmente como “Proyecto Escudo Dorado”), con el que intenta controlar a sus más de 618 millones de internautas. Así, quien intente navegar desde dentro de las fronteras chinas, posiblemente sea incapaz de encontrar información útil sobre el Dalai Lama y el movimiento pro-Tíbet, sobre el grupo Falun Gong o sobre la masacre de Tiananmen.