La investigación, de acuerdo a todos los comentarios de la mayoría de los expertos consultados por los medios -y que no tenían conflictos de interés con todo el entramado que se mueve alrededor de la prueba-, hay que tenerla en cuenta porque estuvo bien diseñada, bien seguida, y contó con un número muy elevado de participantes. Con casi 90.000 mujeres estudiadas por científicos de la universidad de Toronto, los resultados que difieren del dogma establecido durante décadas de que que la mamografía salva vidas no pueden pasar desapercibidos.
Los hechos son relevantes. El estudio empezó en los años 80 con la pretensión de evaluar de una forma aleatoria dos planteamientos diferentes. En uno se estudiaría a 45.000 mujeres en edades comprendidas entre los 45 y 59 años y se les realizaría una malograría anual, además de un examen clínico de las mamas como está preconizado desde hace muchos años. La otra rama de la investigación estaría formada también por 45.000 féminas a las que sólo se les haría cada año una revisión clínica de sus mamas. Y se planteó seguir a las 90.000 durante 25 años para conocer la incidencia de la mortalidad por cáncer de mama en los dos grupos. Los resultados fueron contundentes: 3.200 diagnósticos de tumor mamario maligno con la mamografía más la exploración física frente a 3.133 casos con ese mismo diagnóstico en el grupo de mujeres que sólo se realizaron un reconocimiento clínico. Similares. Sin embargo, el dato más polémico fue el de la mortalidad por cáncer de mama que fue exactamente igual en cada grupo.