El pasado 6 de febrero, el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) anunció la puesta en marcha de un ambicioso proyecto para construir un nuevo y gigantesco colisionador de partículas que, en el futuro, pueda sustituir al actual LHC.
Y a pesar de que el LHC (Large Hadron Collider) seguirá funcionando por lo menos durante dos décadas más, Europa ya empieza a tener claro cómo será su sucesor: un enorme colisionador con una circunferencia de 100 km (frente a los 27 del LHC) y capaz de alcanzar una energía de 100 TeV, siete veces superior a los 14 TeV a los que puede llegar, como máximo, el LHC.
Actualmente, y tras alcanzar el hito de detectar el bosón de Higgs, el LHC está apagado para llevar a cabo tareas de mantenimiento y no volverá a funcionar hasta 2015. Antes de su desconexión programada, logró alcanzar una energía de colisión de 8 TeV, lejos aún de los 14 Tev a los que llegará el año que viene. Cuando se reanuden los trabajos a la máxima energía de la que es capaz, será posible observar partículas nunca detectadas hasta ahora.
Una semana después del anuncio del CERN, en un encuentro celebrado en la Universidad de Ginebra, más de 300 físicos (incluido el actual director del CERN, Rolf-Dieter Heuer) analizaron y debatieron sobre cuáles deberían de ser las características del nuevo colisionador, que abarcará, desde los Alpes por el este, hasta las montañas del Jura en el oeste, y que pasará incluso por debajo del Lago Ginebra. Un auténtico gigante que rodeará, bajo tierra, toda la región de Ginebra y que empequeñecerá al que hoy por hoy es el acelerador de partículas más grande del mundo.